Casa E. Kaufmann. Casa de la Cascada, 1936, Pennsylvania. Frank Lloyd Wright
Entre todas las construcciones wrightianas, ésta es la más famosa. Se levanta encima de una cascada entre las colinas de Pennsylvania, y se adapta perfectamente a las formas de las rocas. Apoteosis de la horizontalidad, con los impresionantes vuelos de la sala de estar y de las terrazas superiores que corresponden a los dormitorios. Itinerario contrastante: una vez pasado el pequeño puente de acceso. Se entra por el estrecho pasillo situado entre la parte posterior de la casa y la pendiente de la montaña; la entrada también presenta dimensiones reducidas, para que el gran espacio luminoso de la sala de estar pueda explotar en toda su potencia. Se baja a nivel del agua por una escalera suspendida. Aquí la atrevidísima estructura se transforma en protagonista: «Wríght concibió el edificio como una serie de bandejas separadas por bloques de piedras y reforzadas en los bordes. Fijó el volumen de la chimenea directamente sobre una enorme piedra y a su alrededor ordenó los espacios», escribe Edgar Kaufmann jr., que siguió día a día la realización de la obra y se ocupó, también, de la construcción del ala para huéspedes levantada tres años más tarde. La Casa de la Cascada (Fallingwater) representa la suprema victoria sobre todos los impedimentos que desde hace miles de años habían condicionado la arquitectura. La «caja» es aquí totalmente destruida. Ya no existen ni paredes, ni esquemas geométricos, ni simetrías, ni consonancias, ni puntos de perspectivas privilegiados, ni leyes que no sean las de la libertad y el cambio.
La gran obra plástica de Wright, es una escultura más que arquitectura en si misma gracias entre otras cosas a sus voladizos, que maravillan en el lugar y en las fotografías pero que son más efectistas que estructurales.
Es una construcción neoplástica en cuanto a un orden previo impuesto, evidente en sus plantas celulares en las zonas de escaleras y dormitorios.
Wright, discípulo de los grandes arquitectos de la Escuela de Chicago, como Louis Sullivan o Henry H. Richardson, tuvo influencia en casi todos los grupos de vanguardia europeos. Sin embargo, se trata de una influencia entendida en términos formales, compositivos y espaciales, sin asumir el contenido ideológico.
La modernidad de su lenguaje arquitectónico procedía de una suma de metáforas y símbolos, en los que la historia y la naturaleza constituían los argumentos decisivos de su idea del proyecto y de la arquitectura, motivo por el cual sus edificios nunca participaron de las preocupaciones racionalistas y funcionalistas de los arquitectos europeos.
Era la imagen, la forma, de la arquitectura la que podía ser manipulada para confirmar la modernidad de las relaciones entre arquitectura y máquina, entre arte e industria. Un lenguaje nuevo que, sin embargo, había nacido de presupuestos antagónicos con los de los movimientos europeos. Porque Wright incorpora esos temas para someterlos a la arquitectura, no para buscar un acuerdo, un entendimiento. Utiliza la máquina y la técnica para hacer verosímil su coloquio con la naturaleza, tratando de integrar el progreso técnico en el mito del retorno a la tierra, buscando un equilibrio antiurbano que permitiese aprovechar las ventajas del desarrollo tecnológico en el campo, en la naturaleza.
Autócrata artístico, ha llegado a ser el arquitecto populista por excelencia, consecuencia también de la soberbia autopromoción que el mismo hacía de su trabajo, como en la presentación pública de la Casa de la Cascada, evidenciando su audacia y voluntad de romper fronteras en todos los frentes, demostrando al mundo su soberbia unidad de una casa y una cascada.
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